
Diariamente ruego que mi marido, no se entere de lo que sucedió en casa, mientras él se encontraba compartiendo con sus amigos. Resulta que Rubén, mi esposo, y yo luego de tres años de casados, decidimos mudarnos a su pueblo, para que desde ahí él aparte de llevar su práctica privada administrase la hacienda que había heredado de su abuelo.
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